LA TULIVIEJA
por: Antonio Tejera M.
En estos tiempos de la era espacial, de la computación y del desarrollo tecnológico, hablar de la Tulivieja resulta risible, contraproducente, fuera de lugar, del teimpo y del espacio.
Los Fantasmas y las visiones como el Chivato, Caballo enfrenao, los duendes, la silampa han tenido que remontarsemonte adentro, máas hacía el campo,, huyendo de la luz y buscando la oscuridad que son el escenario de sus apariciones.
Los razonamientos expuestos, como preámbulo, que nos permitira atrevernos a relatarlas bajo el título de la Tulivieja, el incidente que se protagoniza en 1930 en san Francisco de Veraguas cuando una compañia inglesa explotaba la mina del Remance.
Me contaba mi abuelo remigio, que todos los días salía a las 4 de la madrugada, a pie, alumbrándose con una linterna, de de San Francisco hacia la mina de Remance donde trabaja. En una ocasióm seguía el recorrido acostrumbado, cuando comenzó a descender una loma que llegaba a la quebrada por donde él tenía que pasar y a medida que avanzaba sentía como un gemido, como un quejido que se hacia más sonoro a medida que se acercaba y que le parecía que decía voy....voy.....voy. Como es natural sintió desconfianza y por que no decirlo, cierto temor. Sin embargo, continuó y al llegar a la orilla dela quebarada levantó la linterna y sobre una laja había una visión fantasmal espelusnate que infundía temor, espanto, respeto, estupor. Cuando la observaba perplejo y confuso, volvió a gemr, era un ronquido gutural. Sobre la laja, como un pedestal, la aparición, inmovil como una estatua; en medio del agua. iluminada tenuamente por la pálida luz de la linterna, semejaba la imagen fantamasgórica de uan escena dantesca. Su figura de apareincia humana femenina, era horriblemente fea. Los pies sucios, llenos de loso tenían los deods separados y las uñas largas y negras de tierra, vestía un traje descolorido y roto de tal manera que le colgaban flecos que casi le llegaban a los tobilos. Los brazos y manos parecían normales, pero daban una impersión repugnante con sus uñas largas y negras como las de una Arpía. El rostro alargado y pálido era impresionante; de la mandibula superior salía un colmillo largo y único que sobrepasaba el labio inferior por fuera. La nariz la tenía aguda y encorvada como el pico de un águila. Los ojos extraviados, un poco fuera de las órbitas y uno más bajo que el otro desfiguraban su rostro imprimiendo una fealdad exagerada y como complemento sobre la cabeza una cabellera arga y despeinada, su imagen, era la representación de la locura.
El impacto de la conmoción que produjo en mi ánimo esa primera impresión, fue violento-me decía mi abuelo-creía soñar, se sentía como si estuviera flotando en el aire, absorto, estático, perplejo. Ante la pasividad de la figura que permanecía indefensa, inofensiva e ingenua, fui recobrando la serenidad y la conciencia; moví los y las piernas que sentía tensas, rígidos los músculos y articulaciones y con dificultad comencé a moverme y a describir un semi criculo, con pasos lentos y caminar torpe sobrepasé la figura y cuando ya de espalda iba a prseguir el camino, volví la mirada hacia la laja en donde estaba la aprarición, y aún permanecía alli, inmovil y observándome.
Me contaba mi abuelo que cuando llegó al Remance, se dirigío como de costumbre a la fonda para desayunar y se sentó pensativo y malhumorado con la cabeza apoyada entre las manos. La señora que trabaja en el establecimiento le preguntó:¿Qué le pasa Sr Remigio? Entonces él, le refirió lo que acababa de sucederle. Fue entonces cuando la señora le dijo: No, esa no es una visión ese no es un fantasma, esa no es la Tulivieja, esa es una hija anormal de Coma Nazaria y Panco Boniche. Esa es Carmen Boniche, que seguro se le escapó a mis compadres.
FIN