EL RETABLO DE LOS DUENDES

Por: Gil Blas Tejeira

Miguelito se escurría frecuentemente de la triste realidad que lo rodeaba, gracias a su estupenda imaginación y a los cuentos y consejos que oía de los labios de la señora Rosa, la vieja lavandera y narradora de El Calvario.

Y a fe que había mil razones para aquel muchcho tratara de escaperse del sórdido ambiente de su hogar. Hijo de Tomasón, el colchonero del pueblo, y de Lorenza, reputada chichera, vivía en una modesta casa, acompañado por sus dos hermanitas y un hermanito, menores que él.

La vida no era muy placentera. tomasón no hacía mucho dinero con la industria de colchones. La gente del pueblo dormía en catres y la preponderancia de la lona desplazaba los mullidos colchones hacia los lechos matrimoniales únicamente.

Cuando Tomasón trabajaba, las cosas andaban mal, pues la lana vegetal con que rellenaba los colchones despedia fibrras sutiles que se intruducían hasta los pulmones de Miguel y sus hermanitos, obligándolos a correr la labor de su padre con incontenibles golpes de tos. Había que salir huyendo para deshacerse de aquella mortificación.

Prefería Miguelito estar en casa cuando Tomasón no trabajaba en colchones. Por que entonces su padre se sentaba en un taburete, tomaba una larga y oscura tabla, extendía sobre ella fragmentos de hojas de tabaco y los labraba y unía con auxilio de un poco de engrudo, hasta dejarlos convertidos en cigarros delgados de penetrante fragancia.

Pagaba muy poco aquel trabajo de labrar tabacos. No había mejor provecho que la colchonería . Y Tomasón, el gigante del pueblo, se pasaba los días cavilando sobre la manera de hacer más dinero y darle mejor vida a Lorenza y a sus cuatr vástagos.

Cuando, para espantar las penas, el colchonerose daba a la bebida, Miguelito se aterrorizaba. Bien sabía él como se las gastaba su papá con su pobre mamá. La increpeta duramente, la hacia responsable de su miseria y terminaba por arrojarlas al suelode un empellón.

Pasaba la juma, el gigante se sentía de nuevo bueno. Expresamente, nada decía a Lorenza que hiciera referencia a los maltratos. Pero se hacía más suave y cariñoso hasta cuando nuevas libaciones lo llevaban otra vez a olvidarse de ser decente.

Todo aquello chocaba a Miguelito. Por eso, por las noches se iba al patio de la señora rosa a oir cuentos, para vivir en el deleitoso mundo de lo irreal.

Y la vieja era una gran narradora. Miguelito le bebía literalmente las palabra, sus pintorescas descripciones de los príncipes de los cuentos, que un día vestían de plata para al otro presentarse de oro, de las princesas maravillosas, rubias y de ojos azules siempre.

Había tambien consejas del lugar. Y de ella ninguna s atraía tanto a Miguelito como la de los duendesde El Coralillo, la señora Rosa los había visto. Era verdad que existían.

----"hijitos---dijo ella una noche al nutrido grupo de muchachos que, en verdad en cuclillas sobre sobre una estera, escuchaban a la Scharazada vernacular---. Yo he visto los duendes con estos ojos que se han de comer la tierra , como los estoy viendo a ustedes y aún mejor, porque los he visto de día. La primera vez, siendo chica, los vide mientras lavaba con mi mamá en el río. Los vide en el fondo del agua clara. Se habían llegadodo callaitos hasta la orilla opuesta a onde mi mamá y yo lavábamos. Era pleno medio día. Había mucho sol y a mí el hambre me mordía laas entrañas, porque apenas comenzaba a fumar tabaco y todavía no tenía las defensa que esto de contra la falta de almuerzo. A los que los vide, yo lancé un grité ellos se desaparecieron. Cuando mi mamá oyó lo que le dije se santiguo y dijo: "Jesus, María y Jose si eran los duendes hijita. Y too por que tu tienes los ojos rayaos y ellos creen que eres de su clase".

----"Después----continuó refiriendose la señora Rosa---- he vuelto a ver los duendes varias veces. Y donde más se aparecen es en El Coralillo, donde dicen que tienen su cueva llena de muchas cosas lindas con las que atraen a los muchachitos y más si son fulos. Ellos les muestran los juguetesa las criaturas y cuando se acercan se lo llevan y al día siguientese encuentran ahorcados entre bejucos del monte. Así le pasó al hijito de un extranjero que vino hace muchos tiempo, antes que ustedes nacieran y que ya se murió".

Luego, la señora Rosa le dio más datos sobre los duendes . Eran, según ella les había oído decir a los viejos de su tiempo, unos ángeles caídos. Cuando Luzbel se rebeló contra Dios, San Miguel lo arrojó del cielo y con él se vinieron abajo todos los ángeles malos. Satanas se encerró en el infierno con los peores, de donde salen a tentar a los cristianos. Pero unos ángeles castigados por Dios, no quisieron irse con el Diablo. Por eso andan sueltos por los montes y tienen sus cuevas muy escondidas donde se refugian para que Satanas los deje tranquilos. Cuando encuentran un niño se lo llevan y se lo mandan a Satanas para que este crea que es un duende y pierda la cuenta. Pero ¡que va! al Malón nadie lo engaña.

---¿Y los duendes son tan malos como el diablo?--apuntaba Miguelito.

---Hijo, como El Malino naiden es tan malo. Pero los duendes no son tan buenos por que si lo fueran no tentarían a las criaturas pa llevárselas y despúes ahorcarlas.

---Pero yo no puedo creer--- observó Miguelito con timidez---que los duendes sean tan malos por que ellos no están en el infierno con el diablo, y, además, en mucho tiempo no se han llevado de aquí ningún ninñito. A mí me gustaría verme con los duendes.

---¡Jesus, criatura, no hables disparates!---dijo la señora Rosa---No sabes lo que estas diciendo. Si yo con sólo oírlos les tengo miedo. Porque a los duendes todo el mundo puede oírlos. Vete a El Coralillo, pega un grito y verás. La gente de letra dice que lo que se oye es el eco, pero es mentira. El eco sólo contesta la última parte y allí la voz que se oye y que es la de los duendes, lo repite todo, todo igualito. Ve para que los oigas, pero no vayas solo porque te llevarán los duendes.

----¿Y es verdad, señora Rosa, que los duendes pueden dar virtud?

---Sí, eso dicen. Tú no habías nacío cuando eso pero aquí un tipo le decían Concha-e-armao, porque era recogío de espalda como un armao. Ese, siempre que salía a cazar, regresaba con un venao, un puerco-e-monte o cuando menos con un conejo. Lagente decía que era que tenía una piedrita azul que le habin dao los duendes. Un día, concha-e-armao fue a cazar y no regresó más. Lo encontraron por la gallinacera. Parecía que se había asuicidao porque se había quitao una alpargata y con el dedo grande del pie había jalao el gatillo teniendo el c´ñon de la escopeta en la boca. Pero too era pa hacer ver, porque la verdá es que fue que los duendes le cobraron la virtú que le habían dao.

---Y si los duendes se encuentran conmigo y me dan juguetes o me dan una virtud ¿qué pasa?

---Je, hijo; que te la cobran y después te llevan pa onde El Malo.

---¡Ay, señora Rosa! Yo quisiera encontrarme con lso duendes de El Corallillo porque viene la Noche buena y muchos muchachos tienen juguetes y yo en once años que tengo ya cumplidos nunca he tenido uno porque dice mi papá que él es muy pobre para gastar la plata en juguetes. Ahora mismo quisiera un trompo de lata y un tambor de los que han venido a la tienda del chino. ¡Ay, señora Rosa! Yo quiero ver a los duendes a ver si es verdad que me regalan todo lo que yo quiero.

---¡Ay, hijo! Se conoce que no sabes lo que hablas. Los duendes son de El Malino y lo adoran como si fuera Dios. deja esos malso pensamientos.

 

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